miércoles, 26 de noviembre de 2014

Buenas Prácticas Ambientales

Tanto la ISO 14001 como el Reglamento EMAS hablan de “toma de conciencia" de los trabajadores en materia ambiental. Esta toma de conciencia se hace a través de la sensibilización ambiental de los trabajadores, es decir, la formación necesaria para que haya un compromiso ambiental por parte de los mismos.

Esta toma de conciencia es algo fundamental ya que los trabajadores son la herramienta para alcanzar los objetivos que la empresa se haya planteado en materia ambiental. Si bien es muy importante la responsabilidad que deben asumir la Dirección de la empresa en la protección y mejora del medio ambiente, es también muy necesaria la labor que los trabajadores pueden realizar.

Cada vez somos más conscientes de las problemáticas ambientales y de las negativas consecuencias del ser humano sobre el medio ambiente. La conservación y la protección del medio ambiente se presentan como una componente esencial para el mantenimiento de los recursos productivos, la consecución de un modelo económico más equitativo y la protección de la salud y el bienestar social.



Dentro de la sensibilización ambiental encontramos: 
  • Estudio de la situación de partida. Realizar “una foto” de la situación actual de la empresa.
  • Identificar las problemáticas ambientales que se producen como consecuencia de las actividades que desarrolla la empresa 
  • Necesidad de establecer medidas que nos ayuden a minimizar el impacto de dichas actividades. Búsqueda de Soluciones
La sensibilización ambiental por tanto, pretende aportar a los trabajadores los conocimientos básicos sobre el medio ambiente que rodea la empresa para poder comprender  como la actividad puede perjudicar al medio ambiente.

Dentro de la sensibilización ambiental encontramos lo que se conoce como Buenas Prácticas Ambientales. 

Las Buenas Prácticas Ambientales son un conjunto de recomendaciones prácticas, útiles y didácticas que sirven para modificar o mejorar los comportamientos ambientales que se llevan a cabo de forma habitual, ofreciendo medidas alternativas. Son muy útiles y sencillas de aplicar, tanto por su simplicidad como por los sorprendentes resultados que se obtienen, contribuyendo de esta manera a conseguir, entre todos, un objetivo fundamental: el Desarrollo Sostenible

Las empresas, no importa el tamaño o el sector, consumen gran cantidad de recursos naturales y generan gran cantidad de contaminación, siendo así responsables en gran medida de la degradación ambiental existente. Sin embargo, también disponen de conocimientos y la capacidad aplicar mejoras en el sistema productivo o en la prestación del servicio, reduciendo de esta manera el consumo de recursos y la contaminación ambiental.

Es por ello que establecer unas buenas prácticas ambientales en la empresa es una herramienta básica que aporta un inmenso beneficio:
  • Reducción de costes asociados a la producción o prestación de servicio 
  • Cumplimiento de la legislación ambiental lo que ocasiona evitar sanciones
  • Mejorar la imagen de la empresa (cada día más importante en un mercado tan competitivo)
  • Aumentar la competitividad

Es decir, que el establecimiento de Buenas Prácticas Ambientales genera unos beneficios que se reflejan no solo en el medio ambiente global y local sino también en los balances económicos de la empresa.

Existen numerosas guías de Buenas Prácticas Ambientales publicadas por organismos oficiales que ayudan a las empresas a establecer de manera aún más sencilla estas medidas. 

Como ejemplo, os dejamos Buenas Prácticas Ambientales en la conducción, un aspecto fundamental para la gran mayoría de las empresas y más si se tiene en cuenta el progresivo aumento del precio del combustible en los últimos años:
  1. No dejar que se caliente el motor con el vehículo parado, hacerlo con el vehículo en marcha. De forma suave hasta alcanzar su temperatura normal de funcionamiento, (uso correcto del motor). Si el motor se fuerza en frío, se originarán consumos excesivos, contaminación y averías.
  2. Elección de los vehículos más adecuados para el tipo de trabajo de la organización y que sean más respetuosos con el medio ambiente. 
  3. Evitar frenazos, arranques, velocidades excesivas y paradas innecesarias que consumen mucho combustible de manera inútil. 
  4. Uso correcto de la caja de cambios, su manejo adecuado dependerá del perfil de la ruta. Todo ello, influye en el consumo de combustible.
  5. Un correcto mantenimiento de los vehículos permite evitar que se generen contaminantes en exceso.
  6. Mantener los neumáticos a una presión normal.
  7. Realizar el mantenimiento (cambio de aceite...) en lugares apropiados para ello, en talleres que cumplan con la legislación.
  8. Planificación de las rutas a seguir: A menos Kilómetros recorridos, menor combustible gastado.
  9. Evitar, en lo posible, la conducción por zonas de tráfico congestionado, que contribuyen a la generación de contaminantes atmosféricos.
  10. Emplear siempre y cuando sea necesario sistemas de aire acondicionado que no dañen la capa de ozono.

¿Sabías qué...?
Un aumento de velocidad del 20% (pasar por ejemplo de 100 a 120 km/h), significa un aumento del 44% en el consumo (de 8l/100 km a 11,5l/100 km).
Circulando en cualquier marcha, sin pisar el acelerador, y por encima de 1.500 r/min, o unos 20 km/h, el consumo es nulo.
Los vehículos diesel consumen entre un 20% y un 30% menos de combustible.
Un vehículo bien reglado usa un 9% menos de gasolina. 
La conducción eficiente permite unos ahorros medios de un 15% de carburante, una reducción de emisiones contaminantes y un aumento de seguridad en la conducción.

viernes, 14 de noviembre de 2014

CAMBIO CLIMATICO Y HUELLA DE CARBONO

El Cambio Climático es un cambio de los patrones globales y locales del clima. Históricamente las causas de este cambio se han debido a factores esencialmente naturales, como una variación en la energía recibida del sol, por actividad volcánica o por la circulación oceánica.

La actividad humana es capaz de alterar la composición de la atmósfera con la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y la deforestación, favoreciendo y acelerando el calentamiento global. Los efectos más característicos de este cambio climático son un aumento de la temperatura media anual, el aumento del nivel medio del mar o el retroceso de los glaciares.

Desde la Cumbre de Río (1992), la Convención Marco de Naciones Unidas sobre cambio climático y el Protocolo de Kioto (1997), se inician los compromisos para la reducción de gases de efecto invernadero, continuándose con el Plan de Acción de Bali (2007) y la Cumbre del Clima de Durban (2011).

Por todo ello y con el fin de llevar a cabo comparaciones significativas entre los efectos de calentamiento de cada uno de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), aparece el concepto de CO2 equivalente como medida universal basada en el potencial de calentamiento global de cada uno de los GEI. 

La Huella de Carbono se define como un inventario de GEI, que incluye tanto las emisiones directas o indirectas de un individuo, organización, evento o producto. Este inventario se extiende a todo el ciclo de vida.

La medición de la huella de carbono es beneficiosa para las empresas. Identifica las fuentes de emisiones de GEI, permitiendo definir objetivos más concretos y efectivos para su reducción, e identificando oportunidades para el ahorro de costes. Complementa la política de información a los clientes o consumidores demostrando compromisos de responsabilidad ambiental. Contribuye a crear un mercado de servicios o productos de bajas emisiones, que da respuesta a la demanda social actual. 

Las principales etapas para la gestión de la Huella de Carbono son las siguientes:
  • Medición: donde se identifican las emisiones de GEI y se localizan las fuentes.
  • Reducción: estableciéndose objetivos de reducción de esas emisiones con actuaciones directas.
  • Compensación: a través de planes de compensación o en mercados regulados o voluntarios. Estas reducciones son discretas.
  • Declaración: a través de marcas o etiquetas que certifiquen la huella de carbono (verificación).

Para el cálculo de la huella de carbono existen varios estándares en función de si corresponde a una organización o un producto.

Huella de Carbono de Organización
Se trata del análisis de las emisiones de GEI de la organización o empresa durante un periodo concreto, generalmente un año. Los estándares internacionales más utilizados para ello son el GHG Protocol o la norma ISO 14064-1, que presentan similares procedimientos para contabilizar las emisiones.
Los tipos de emisiones se diferencian en alcances. Para las organizaciones existen los siguientes tipos:
  • Alcance 1: se trata de emisiones directas de fuentes propias o controladas por la propia empresa. 
  • Alcance 2: se trata de emisiones indirectas asociadas a la electricidad o energía térmica adquirida y consumida en la organización.
  • Alcance 3: son el resto emisiones indirectas, debidas a productos o servicios adquiridos, y que ocurren en fuentes que no son propiedad ni están controladas por la empresa.

Para el cálculo de la huella de carbono, las organizaciones deben contabilizar y reportar de manera separa el alcance 1 y 2 como mínimo y pueden verificarse por una entidad de verificación  acreditada, realizando los seguimientos en relación con los objetivos establecidos. Las emisiones de biomasa deben reportarse por separado.

Huella de Carbono de Producto
Se trata del análisis de emisiones producidas por la fabricación de un producto. Para su cálculo existen varios estándares establecidos, siendo los más habituales la norma PAS 2050 y la ISO 14067. Para su cálculo se analiza el ciclo de vida, por lo que es compatible con otras normas ISO que analizan el ciclo de vida de los productos (CVP) como la ISO 14025 “Etiquetas y declaraciones ambientales” y la ISO 14044 “Evaluación del ciclo de vida”.
Según el tipo de producto del que se trate, se llevará a cabo la evaluación de las emisiones de GEI de su ciclo de vida de forma distinta, definiendo el mapa de proceso. El denominado de la “cuna a la tumba”, que incluye las emisiones del ciclo de vida del producto, incluida la fase de uso; y el denominado de la “cuna a la puerta”, que incluye emisiones producidas hasta el punto de llegada de una nueva organización. 

Hay numerosas razones por las que las empresas están gestionando los impactos del carbono. El control de las emisiones de GEI por parte de la empresa o la buena gestión ambiental puede tener efectos positivos en sus beneficios y en su reputación. Conocer la huella de carbono total de su empresa y de sus productos le permite realizar medidas efectivas para reducir el impacto del cambio climático de su negocio así como identificar oportunidades de ahorro de costes.

Recientemente, en este año 2014, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente implanta un Sistema Nacional de Huella de Carbono a través de tres registros voluntarios y gratuitos.

El primero dirigido a empresas las empresas que quieran calcular su huella de carbono y que quieran registrarse oficialmente, obteniendo un sello nacional que lo acredite. El segundo registro será para las organizaciones que cuenten con proyectos forestales o de selvicultura en España, y el tercer registro servirá de enlace entre empresas que quieran compensar su huella de carbono con empresas que presentan proyectos en nuestro país.

Esto estimulará a las empresas a calcular su huella de carbono, mejorando su competitividad, reduciendo su consumo energético y reforzando su imagen de empresa por su comportamiento ambiental.